lunes, 28 de mayo de 2012

El latir neroazurri

La derrota en Laguna marcaba la baraja franjinegra. Solo pasaba por la cabeza hacer un resultado mejor que el Laguna, pues un triunfo de los rojinegros condenaba al Saso a la Segunda División. El empate a puntos y el perdido golaverage obligaba a conseguir un mejor resultado que los rivales de la pasada semana, que iban a enfrentarse al Santovenia, sin nada que jugarse.

La semana había pasado sin excesiva tensión el club neroazurri era consciente de que su tren estaba ya saliendo de la estación, y solo una carambola podría ubicar al Saso en esos asientos. Incluso Josele, quién sabe si en una estratosférica jugada psicológica o en un mero berrinche aseguraba que los chicos a los que controla estaban ya condenados.

El partido, en horario unificado, estaba decidido para las 17 horas del domingo, y el Saso contaría con las bajas de Pablón, sancionado, y Tiñas, que no se veía con confianza para afrontar este encuentro. La bruma adormecía unos ánimos que deberían estar por las nubes, de ahí que desde el calentamiento la dupla técnica no cejara en sus empeños de animar a sus chicos. En el vestuario se aportaron las pautas para derrotar a un Pegaso que como arquero tenía a Fran, viejo conocido del club.

Los once elegidos para el último partido de la temporada eran Juan en meta, Jorge, David, Xufo y Dani en línea defensiva, con el Lechón de la Dehesa, Mikel y el recuperado del aficionado Andrés en medular. Los responsables de marcar los goles eran Morro, Hugo y Héctor.

La contienda comenzó con nervios, tanto en los 22 jugadores como en la grada, pues familiares y amigos se juntaron para ver el trascendental partido. El partido era de escaso nivel, empañado por unos instantes de molesto humo que llegó a dificultar la práctica del fútbol.

Las ocasiones no llegaban salvo meros intentos lejanos por parte de los locales y balones al área enviados por los rojillos, que la defensa del Saso pudo neutralizar con eficacia. El duelo se decidiría por pequeños detalles, pues ambos equipos impedían la aparición de ocasiones de gol hasta el punto de que el encuentro parecía abocado al 0-0 al descanso cuando Dani, tras una pena máxima forzada por Morro, engañaba al meta rival y daba ventaja a los suyos.

El silbido del árbitro señalaba el fin de las hostilidades tras 45 minutos de juego, en los que el calor y el esfuerzo provocaron el éxodo masivo al vestuario en busca de agua. Víctor y Edgar buscaban con sus arengas que la intensidad se mantuviese y se erradicaran los desajustes en medio campo, causantes de las oportunidades de gol de los visitantes.

Tras reposar los convenidos 15 minutos, de nuevo llegaba el momento de seguir bregando por la ansiada permanencia. Los muchachos de negro y azul eran sabedores de la importancia del triunfo y decidieron luchar para mantener la categoría. El Pegaso, joven pero de gran calidad, reaccionaba e iba llegando el peligro a la meta local, tanto a balón parado como por envíos a la espalda de la defensa, abandonada por la medular.

En una de esas ocasiones, un córner sacado en corto ante la pasividad de la presión acabó en área pequeña para que el jugador de rojo subiera el peligroso empate al luminoso. La grada, el banquillo y los once protagonistas sobre el tapete se derrumbaban, el objetivo se alejaba hasta ser casi inapreciable en el horizonte.

Los nervios y la tensión se hicieron con el control del Saso, condenado a insulsos arreones sin precisión ante un rival sabedor de su papel, que jugaba a la contar y con balones rápidos y ágiles. Tras varias ocasiones bien respondidas por la defensa y el portero local, llegó la puntilla. En un balón perdido por Morro en la línea de medio campo se armó una ágil contra que el rival no falló para consternación de los neroazurri, que veían como el 1-2 los enviaba sin billete de retorno al infierno de Segunda.

El cuerpo técnico, que previamente reemplazó a Mikel por Rivera, trató de darle otro ritmo al encuentro con la incorporación de Viruta y el aficionado Javi Pérez para lograr el vital gol. Sin embargo, estos no eran capaces de cambiar la dinámica de ataque rival y esfuerzo defensivo de David y Jorge, pues Xufo y Dani eran unos inquilinos más del área rival.

Las ocasiones las ponían los de rojo, hasta el punto que Juan y David tuvieron que dar lo mejor de sí msimos para que la ventaja no fuera insalvable. Y no fue posible, pues en otro balón largo la zaga no puedo evitar el tanto del Pegaso que sellaba el descenso. O eso lo parecía al ver los rostros de los chicos que llevan jugando juntos desde hace eras. David estaba prostrado en el suelo necesitado de ayuda para aliviar su tensión muscular, y el resto de jugadores se miraban entre sí para encontrar una solución al desaguisado.

Y el problema era serio, pues a falta de 15 minutos el 1-3 era la sentencia. Y de pronto, cuando nadie ya daba un real por los muchachos del Saso, estos tomaron una decisión. Se conocen, salen juntos de fiesta, viven cerca, han creado este equipo, han traído a los nuevos inetgrantes y no iban a consentir que en el primer año de Edgar y Víctor, Víctor y Edgar, se consumara un descenso que nadie deseaba ni preveía.

La sangre neroazurri hervía en las venas de los once gladiadores que, con la lengua fuera, arreaban en busca de salvar su orgullo. Y de pronto, el milagro. Tras unas ocasiones de imprecisión, Rivera se hacía con un cuero en área rival y, con precisión, lo enviaba al fondo de las mallas para éxtasis de la parroquia de los Cerros. Quizá él no lo sepa, pero es el gol de su vida y uno de los más importantes de la noble Historia del club al que ahora defiende.

El marcador indicaba que restaban 6 minutos para los 90 reglamentarios y el 2-3 no servía lo más mínimo. Sería remar para morir en la orilla. Las lágrimas que habían amenazado con recorrer el rostros de los presentes se sustituían por briznas de ilusión, compañerismo y cariño y amor por unos colores.

El marcador señalaba el descuento cuando llegaba el último saque de esquina de la temporada. Ante el jolgorio popular, Juan subía a rematarlo para con sus dos metros poner en aprietos a la zaga. Y vaya si lo hizo. El balón que Carlitos puso en su testa lo remató en un ágil y grácil brinco, pero el cuero salió rebotado al área. El Gran y Rechoncho Timonel controló el esférico y puso el balón al área pequeña.

Tic, tac. Pom, pom. Oíase el zumbido de las moscas, el segundero de los relojes, el respirar de los futbolistas, a medida que el balón recorría, en lo que parecía una eterna travesía, el área pequeña. El arquero rival saltaba a detenerlo, pero Juan, que estaba como 9 puro, lo placó e impidió su llegada al mismo.

Pom, pom. Tic, tac. El cuero seguía su andadura y parecía que se perdería por el lateral. Pero las grandes gestas no pueden tener un final triste. Cuando nadie se lo esperaba, el más pequeño, el más rechoncho, el más clarinete, el más Viruta, metía la testa y, con más corazón que cabeza, enviaba el esférico a la red.

Mientras el árbitro señalaba el círculo central, producíase el momento más feliz de los jugadores, padres, entrenadores y amigos sobre un césped artificial. Mientras banquillo y jugadores se fusionaban en la piña del éxtasis, del gozo, de la alegría, del compañerismo, de la humildad, de los valores, del fútbol, de la amistad, de la igualdad, de la solidaridad, del respeto. Del Saso.

Allende las vallas separatorias, un señor como Carlos Diez-Astrain brincaba como en sus tiempos mozos en las tierras de Colindres, la sangre que ha proporcionado a su hijo, que capitanea el Saso con orgullo. Otro progenitor del otro bravo capitán como David, Ángel Sanz, no daba crédito a sus ojos y enloquecía de felicidad. Borja Saso bramaba de gozo, Daniel el Gorras agonizaba de pasión, y Víctor y Edgar se abrazaban a sus pupilos en señal de que el objetivo se cumplía.

Josele, de enviado especial a Santovenia, aprovechaba las nuevas tecnologías para informar que el Laguna perdía y, con ese empate en extermis, el Saso era de Primera con todas las de la ley. Nada más mover el cuero los rojillos pitaba el colegiado el fin de la agonía y el principio del gozo. Unos yacían en el suelo, otros se abrazaban, otros caminaban anonadados bajo unas características comunes: Vestimenta franjinegra y corazón del Saso.

La siguiente etapa eran los vestuarios. Tras recibir las felicitaciones de los padres y asistentes al encuentro, llegaba la hora de celebrarlo. Bajo la batuta de un enfermo del Saso, Juan, cánticos como "Es de Primera, el Saso es de Primera", "José Luis Saso, José Luis Saso, José Luis Saso" o "José Luis Saso lolololo" eran vociferados como si no hubiera un mañana. Edgar y Víctor, parte fundamental de este éxito, veían con tristeza y alegría cómo una marabunta franjinegra los llevaba a la ducha y eliminaba con agua su costra de roña.

La felicidad era completa. Cuando parecía que todo estaba perdido y no había esperanza, se demostró que al fútbol no ganan  los mejores equipos, sino los que juegan como amigos, son amigos y se quieren como hermanos. Del más alto al más menudo, del más gordo al más delgado, del más rápido al más lento, todos pasarán a la Historia como los responsables de la mayor gesta de este club.

Con el corazón, con la J, la L y la S del escudo. Con la memoria en estos años de campos encharcados, de tormentas, de rivales grandes y duros, de triunfos, de derrotas, de arañazos, de goles, de pases, de paradas y de risas. Porque así se vive en el Saso, siendo feliz. Y siendo feliz, el Destino no se va a cebar con nadie.

Porque somos el Saso. Porque somos neroazurri. Porque somos amigos. Porque te estás emocionando al leer estas líneas.

Te quiero, Club Deportivo Jose Luis Saso.


JN13.

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